Desde la Antigüedad, la navegación por [n El Estrecho] era una actividad seria y peligrosa que nadie se tomaba a la ligera. Sus vientos y corrientes dificultaban e, incluso, impedían llegar a su destino. Sus orillas imponían un gran respeto a los navegantes por sus abruptos acantilados y sus peligrosos arrecifes submarinos.

Las naves eran zarandeadas y desviadas de su trayectoria por los vientos que se podían transformar en tempestades, o cambiar de dirección de forma imprevista. Todo esto provocó multitud de naufragios en la costa de la zona que hizo que se construyera en [n Tarifa] una serie de ayudas a la navegación. Gracias a la Real Orden de 19 de mayo de 1911 se facilitaron los trámites pertinentes para la instalación de casetas de salvamento en los lugares de la costa que fuesen peligrosos.

En Tarifa, [n la caseta de Salvamento de Náufragos] se situó en la playa de «La Caleta», a los pies del Cerro del Camorro. La zona de La Caleta había sido, desde los siglos XVIII y XIX, el lugar de construcción, reparación y fondeo de la flota dedicada al bloqueo de Gibraltar, llegando a ser uno de los polvorines usado por los corsarios que operaban en El Estrecho.